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Evangelina plastilina

Por actua.pe
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Cuando vi el vídeo de aquella mujer luchando contra la corriente, como si fuera una escultura en movimiento quedé asombrado. Su cabeza caía por el peso del barro, sus ganas de vivir la sacaban a flote, la furia de la naturaleza trataba de llevársela. Una vaca estaba a su lado hundida en el fango, la gente asustada trataba de ayudarles. Todo esto me conmovió y decidí modelar la situación con plastilina. Era una imagen más de las que hago, una de esas que sirven para ilustrar lo que pasa en el mundo o en mi país. Era un contraste entre el momento por el que yo pasaba, literalmente ahogado en un vaso de agua por problemas personales y mientras tanto esta mujer, que en un acto sobrenatural salvaba su vida y se convertía en símbolo de esperanza y resistencia para todo un país.

Evangelina Chamorro me hizo famoso por un tiempo en el Perú. Una fama inesperada, pues jamás se me pasó por la cabeza que algo tan sencillo y cotidiano para mi fuera la imagen que representó esta tragedia.

Cuando la hice en plastilina recordé mi infancia, a mis familiares en Armero, recordé esos vídeos que salían en los noticieros de televisión de la época, mostrando personas emergiendo del barro al igual que Evangelina, la diferencia es que en Armero murieron más de 10.000 personas incluyendo a mis parientes. Aquí Evangelina se salvó milagrosamente.

Fue sorprendente levantarme al día siguiente de publicar la imagen y ver que más de 20.000 personas la habían compartido. Me empezaron a escribir y a agregar en Facebook, en Twitter, en Instagram. Me daban las gracias por haberme tomado el tiempo de hacerla, me bendecían, me pedían permiso para usar mi representación en sus campañas de recolección de ayudas, en sus perfiles, me enviaban figuras en plastilina hechas por sus hijos. Luego empezó a rodar la imagen en la prensa, primero salió en el diario Perú 21, con el siguiente encabezado “artista colombiano se solidariza con el Perú y retrata en plastilina la valentía de Evangelina Chamorro”. “Vé, que chévere ver mi ilustración en un medio peruano” –me decía a mí mismo-.

En la tarde comenzaron las entrevistas ¿por qué la hizo? ¿cuándo se demoró? ¿qué relación tiene con Perú? Fue algo que me toco hacer por varios días con medios de comunicación de rangos sociales muy distintos, era pasar de la revista Cosas al Comercio o a Publimetro, medios masivos, televisión, otros dedicados al mundo de la animación, al diseño, al público infantil; al fin de cuentas, la plastilina llega a espacios muy diversos. Yo, feliz, necesitaba tener la cabeza ocupada en ese momento para salir de mi propio ahogamiento.

¿Y esa mujer que estaba debajo del barro quién era?

Mientras que yo “el artista colombiano” daba entrevistas, ella “la heroína de la historia” estaba en el hospital recuperándose de la gran cantidad de golpes que había recibido y pensando en cualquier cosa menos en que se había convertido en famosa a nivel mundial, –como me lo contó en nuestro encuentro–. Un médico del hospital en el que estaba internada le mostró la imagen que hice de ella y le contó que en todo el mundo hablaban de ella, “pero si yo no soy esa”, –decía Evangelina–. Y sí, la de plastilina era esta mujer que en medio de todo lo que pasaba, lo que menos quería era dar declaraciones de prensa.  Mientras tanto yo seguía y seguía hablando de mi trabajo a más medios, pues hasta de Japón me entrevistaron.

 

Después de la imagen que hice de Evangelina realicé otras ilustraciones sobre lo que seguía ocurriendo en el Perú con los huaicos. Debo decir que me sentía raro pues jamás en toda mi carrera había tenido tanta prensa encima y menos de otro país.

Cada imagen que modelaba se convertía en un titular: “artista colombiano se solidariza nuevamente con los peruanos”. Ya esto me estaba causando problemas éticos, ¿famoso por una tragedia? Y más cuando reedité un vídeo animado sobre las inundaciones en Colombia de hace varios años y lo adapté para Perú con nuevas tomas. Era increíble, más de un millón de vistas en dos días, salió en televisión, mucha gente me escribía nuevamente dándome las gracias, más entrevistas, bendiciones por todos lados, invitaciones. En fin, “el artista colombiano hace un vídeo conmovedor”, “qué buena persona es este artista”.

Mientras tanto Evangelina, muy a pesar suyo, por fin daba la primera rueda de prensa en su vida. Se le veía asustada ante tantas cámaras. Mientras sostenía firmemente el micrófono, contaba con tristeza como tragó lodo, como recordaba a su familia mientras se ahogaba, “señor no quiero que mis hijas se queden sin madre y sin padre, señor dame fuerzas para salir” y con esa humildad que a veces nos falta a los artistas, dijo puntualmente lo que tenía que decir. Por su solicitud y del doctor, no se hicieron preguntas por parte de la prensa. Su esposo le dio un ramo de flores y hasta aquí fue el evento.

En esos días en Colombia, en Mocoa, pasaba algo similar a la tragedia del Perú, más de trescientos muertos en una noche por una inundación. Hice varias imágenes sobre el tema, se difundieron en las redes sociales pero nada comparable al impacto de la ilustración sobre Evangelina.

Para cerrar el círculo de esta historia entre artista atraído por la fama y heroína huyendo de la fama, faltaba que nos viéramos los dos personalmente y gracias a la invitación de OXFAM en Perú se logró este particular encuentro.

Fue algo privado a solicitud de Evangelina y su familia, allí fuimos a dar, a un sitio en medio de la nada, ni un arbolito, ni un rastro de verde, solamente montañas y montañas de arena gris.

A la entrada del caserío varios medios de prensa esperando el encuentro, pese a las advertencias que hicimos, esto casi hace que no nos dejen entrar. Después de muchas objeciones solo me dejaron entrar a mí. En la portería de su caserío no creían que yo era yo, que yo, el “artista colombiano” del que tanto hablaban los medios, una señora me dijo que yo no hablaba como colombiano, como hablaban los actores en las novelas. Me pidieron documentos y dado que mi pase de conducir estaba vencido no que me querían dejar entrar. Fue una situación divertida pero a la vez tensa, hasta que por fin una llamada del mandamás del caserío y me dejaron pasar escoltado por dos personas.

Nos subimos a un carrito tipo mototaxi y recorrimos un buen tramo. Casitas de madera, cercas con palitos, mucho plástico y arena por todo lado. Llegamos por fin y mis escoltas me dejaron. Después me enteré que hay un lío legal con estos terrenos y por esto a los que los vendieron no les interesa que se filme o esté la prensa en el lugar.

Y por fin la pude conocer. Ahí estaba Evangelina en su casa con su familia, parecía la hija de Evangelina. Una sonrisa hermosa y dulce, una mujer transparente con cara de niña. Llevaba una camiseta color rosa con un estampado que decía Brooklyn, un pantalón negro y unas sandalias que dejaban ver algunas cicatrices en sus pies. Por su cara y sus brazos parches de pomada.

Un abrazo fuerte entre nosotros dos, un diálogo entre amigos desconocidos.

Le llevé el cuadro original y lo recibió contenta, como si fuera un juguete nuevo. La hice en plastilina mientras conversábamos, ahora estaba modelando a la Evangelina sonriente, a la de debajo del barro, a la sobreviviente. Le pasé mi plastilina para que hiciera algo, ella se puso a hacer bolitas y a reír a carcajadas, pues era su primera experiencia con este material.

Me contaba que a su esposo Armando, era al que más entrevistaron mientras ella estaba en el hospital, que lo perseguían los periodistas por todos lados para sacarle información. Me habló de la casa modular que les obsequiaron, pero que todavía no podían traer pues no tenían instalada ni luz ni agua en el sitio que vivían actualmente.

Me decía que los primeros días en el hospital no podía dormir por puro miedo, que le tocaba descansar a punta de pastillas, pero que ya se le había pasado el susto. Ahora le tiene miedo a la prensa, la pone nerviosa, le tiene miedo a que le hagan las mismas preguntas de siempre.

¿Evangelina sobre cuando viste por primera vez el vídeo que te hizo famosa mundialmente?: –Yo vi un vídeo mío cuando me dieron de alta, ¿Y esa soy yo? ¿Qué raro? ¿Cómo he salido yo? Ahí me he debido de ahogar, debí haber muerto, –mientras tanto mi hija mayor viendo el vídeo lloraba–
–¿Por qué lloras si yo estoy viva?
–¿Mamá cómo pudiste salir?
–Será diosito el que me ha sacado, porque yo ya no tenía fuerza para salir.

Le pregunté a Armando qué había sentido cuando vio por primera vez el vídeo y el me contestó:
–Lloré mucho, sentí la impotencia por no estar a su lado, ella estaba sólita, ese era mi dolor.

Dialogamos por más de dos horas, me contaron que sentían como si los periodistas quisieran secuestrarlos para hacerles preguntas y preguntas, que les tenían miedo, que a las hijas les decían ahora “hijas de famosas”, que no tenían televisión, que nunca habían tenido Facebook, que eso para qué; que tenía a su abuelita en Colombia y le gustaría ir a verla, que los periodistas le preguntaban “¿Y el artista colombiano ya los invitó a su país?”

Le dejé a Evangelina su nueva versión en plastilina, sonrió mientras me dio su respuesta acostumbrada: “pero si esa no soy yo”.

Me puso su nombre en un afiche que le llevé y yo le dejé un retablo con su respectiva dedicatoria. Nos tomamos varias fotos en grupo y nos despedimos con esa sensación de jamás volvernos a ver, pero a la vez de alegría por habernos visto.

¿Qué me quedó de este encuentro? Una dosis inmensa de humildad transmitida por esta sonriente mujer, una humildad que espero no perder, pues a veces la pierdo, cosa que me duele. Siento que estoy saliendo del vaso de agua en el que me estaba ahogando cuando la hice y quien me dio la mano para salir de allí fue la heroína de la historia, la Evangelina de plastilina y de verdad.

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